miércoles, 4 de marzo de 2009

Un lucero en mis ojos

(Dedicado a los que no conocí, pero que igual hay que recordar cada vez que digamos ¡BASTA!)

 

Se encontraron en un lugar perdido de tigre, eran hasta entonces, desconocidos de carne. Sus caras, su, cuerpos, todo había sido mostrado y visto por medio de la imagen virtual, fotos, Webcams, todo era posible para ellos.

Ese día estuvieron juntos. Fueron a tomar algo, unas cervezas, a charlar un poco sobre lo cotidiano, solo para tomar coraje y soltar el deseo que los había movilizado a ese rincón de tigre.

Caminaron por la costa, miraron el río y se besaron. No cualquier beso, sino el primer beso, el más difícil, el más cargado, el primer beso.

Todos sabemos que el primero es el peor, hay mucho que compaginar en ese instante, la coreografía es propia de cada ser humano, además es la primera y última vez que verían sus caras transformarse desde el “deseo besarte” al “quiero otro” un paso gigante en ese ínfimo instante.

Luego las caricias hicieron presencia, más que ternura tenían una tierna pasión o una pasión enternecida. Fuego que cocina pero no quema. Solo arde para dar calor y no para carbonizar cuerpos.

Fueron a un hotel en busca de intimidad, en busca de no tener ojos mirándolos, más que los de ellos, y poder disfrutar así, la belleza de los cuerpos desnudos. Todo paso esa noche, desde los besos hasta el último orgasmo que sello el final. Luego, la caricia, el abrazo y el pucho infaltable para coronar la noche.

El lucero de la madrugada los vio juntos salir del hotel al sonar la alarma, y él la llevo a su casa, se despidieron pero con un hasta muy luego, él se iba a trabajar.

Ella era de zona norte, él tenía que ir a Once a arreglar unos ascensores. Todo el trayecto recordaba los besos, el aliento, el gusto de la noche anterior, todo el trayecto fue bombardeado por las imágenes, vividas hace horas… toda la noche fueron instantes fotográficos de lo que sucedió, de lo que sintió, de cómo la sintió, de cómo se hizo sentir.

Tan bello todo, tan perfecto todo, parecía un sueño. Pero no lo era…

Lo que siguió fue rutina.

Llego a su trabajo, cambio el coche por la camioneta de la empresa, se dirigió hacia el edificio del cliente, estacionó, bajó con su valija de herramientas, y revisó al ascensor para detectar la falla.

En Zona norte una mujer, que había pasado una noche maravillosa, de pronto recibió una puntada en el pecho, como un estallido en su corazón.

Él solo escucho el estallido, no llegó a ver la explosión desde dentro. Jamás se encontró su cuerpo, fue y es uno de los muertos en La AMIA.

Ella lo llora en Tigre, bajo el lucero de la mañana, donde la luz le pegaba en el rostro y donde recuerda el brillo de sus ojos.

 

Tanto odio, tanta guerra llevándose a aquel, que solo tenía amor en su corazón, él entre muchos que hoy ya no están.

 

Perdón pero….

A veces el fin no justifica los medios…

Pensó que era un sueño, pero realmente fue una pesadilla… que ella recuerda y siente hasta hoy.




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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Indudablemente nunca se justifica. El hombre es el mayor depredador. La historia de la humanidad lo demuestra. En fin, aunque mínima todavía queda alguna esperanza...

Mar dijo...

Chino:
Esperanza.... PASO, lo que necesitamos como pueblo es abrir los ojos y hacer nosotros lo correcto así los gobernantes empiezan a respetarnos. prefiero eso. Gracias