miércoles, 11 de marzo de 2009

Memorias Reales III

Tal vez este sea el más interno de mis recuerdos y el más sentido, y la brevedad que me impongo para con los textos no haga la justicia que esta persona se merezca pero, si tuviera que decir todo, seria un libro lo que necesitaría. Igualmente el libro lo llevo dentro.

Carlos Hector José Benedinni irrumpió en mi vida a mis escasos 9 años y estuvo en ella hasta mis 18, él era mi padre, él es mi padre, aun hoy lo tengo siempre vivo en mi.

De hobbie astrólogo y homeópata, y de profesión técnico en televisión, de los de lámparas.

Su vida era tranquila y siempre tenía la frase justa, de palabras breves pero efectivas, virtud que por desgracia no heredé.

A veces lo arrinconábamos con mi vieja y lo tirábamos al piso, su debilidad “las cosquillas”, lloraba de risa, mientras mi vieja le tiraba de su barba,  éramos tres niños, solo que a uno, el menor, había que educarlo.

En la época de la hiperinflación mi vieja y él comían acelga, menú que aún hoy detesto, o tomaban mate, y el único churrasquito que había era para el PICHON, mi sobrenombre en ese entonces.

Todas las mañanas me llevaba a la escuela, y en ese recorrido repasábamos las lecciones del día, él siempre me decía:

“Con vos aprendo algo nuevo todos los días, qué me vas a enseñar hoy??”

Y yo arremetía la lección.

Mi mamá le decía Manolo, él Gordi a ella, y a mi Pichón, todos lo conocieron como Manolo, yo simplemente como papá o a veces PAAAA!

Hoy dentro mío está una frase que siempre me decía y que en aquel entonces me fastidiaba escuchar, pero que la tengo como emblema de mi existencia. A veces cuando las cosas tardaban en llegar, por ejemplo algún regalito de mi cumple, se acercaba, me daba un beso y remataba:

PICHON, DALE TIEMPO AL TIEMPO.

Era el Gandalf de mi infancia, no por lo mago sino por lo sabio.

Nunca insultaba, el máximo improperio que decía era “Me cago en la virgen….!” Pero para escuchar eso era…. Lo peor….

Recuerdo también los boletines, había un código en ellos, cuando las notas eran altas la firma de él era grande, cuando las notas eran bajas, su firma chiquita, no porque le diera vergüenza sino porque a mi me molestaba que no firme en grande, era un premio al resultado, al esfuerzo.

Una vez en un examen de Química Cuantitativa, me saqué un cero, pero en el siguiente, llegó mi revancha y la coroné con un hermoso diez, aún hoy guardo ese examen que en su dorso, en una hoja cuadriculada de oficio de punta a punta, estampó una garabato que decía BENEDINNI.

El día que egresé estaba tan feliz que hasta bailó, yo le regalé mi titulo. Me abrazó, moqueamos un poco y me dijo,

“Pichón no juzgues a tus padres, ellos hacen lo mejor que pueden. Aprende de ellos lo bueno y no repitas lo malo, comete con tus hijos errores nuevos.”

Ese era mi viejo.

Todavía no estoy convencido en poner esto en el blog, él era más que una sola hoja de Word en mi vida, falta tanto por decir…pero no falta nada por sentir.

 




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3 comentarios:

Augusto dijo...

Epa! Que sorpresa encontrar esto. En primer lugar te felicito por haberte animado a escribirlo, y sobre todo a publicarlo. Se que estas son cosas que estaban guardadas para vos mismo. En segundo lugar, te felicito por como está escrito. Muy bueno. En lo personal, me alegro mucho que hayas tenido un padre así, que lo recuerdes; y que estos sean los recuerdos que atesorás de esos momentos. No todos podemos contar con un lujo de ese tipo.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Y... sí, hacemos lo mejor que se puede. Los hijos cuando nacen no vienen con el manual. Alguien decía que la experiencia es un peine que nos dan cuando ya no tenés pelo. Gracias por compartir recuerdos tan íntimos.

Mar dijo...

Augusto:

Gracias por entenderme y por tu apoyo, el cual siempre me es incondicional...

Chino:

Es cierto, como los padres no se eligen y los hijos tampoco es maravillosos atesorar tan bella relación.