miércoles, 11 de noviembre de 2009

La inoportuna belleza danzante

Ocurrió un sábado a la tarde. En un momento determinado, y por las vueltas azarosas de los movimientos, terminé en cuclillas y al levantar la vista lo ví, un impacto fulminante de belleza me dejó estático.
Era un fondo negro, en donde danzaban uno finos filamentos amarillos al compás de una melodía que accidentalmente estaba sonando en mi equipo musical. Dicho así no tiene mucha magia, y tal vez sea cierto por las limitaciones que tiene mi escritura, pero realmente era un espectáculo para la vista.
La sutil brisa de esa tarde manifestaba sus movimientos imprimiéndolos en aquellos delicados filamentos que por temor a golpearse contra el piso, al menos es lo que creo, no dejaban de volar y de quedar suspendidos en el espacio entre el techo y el suelo, entre el cielo y la tierra.
La melodía era irrelevante, podía ser un lento de Elvis, un concierto de Bach, un simple jazz, un tema de Divididos, y hasta incluso un grito de AcDc, solo era un sonido que estaba acompañado perfectamente por los movimientos sincronizados e improvisados de cada uno de los filamentos, que a medida que avanzaba la melodía, se sumaban cada vez mas, danzando de esta manera en grupo, algunos individualmente, para luego acoplarse a la danza general.
Un deleite para los sentidos, si todos los sentidos. La vista hipnotizada con la danza, tratando de seguir todos los movimientos sin perder un solo filamento, una sola sincronización. El oído extasiado en la melodía, en los acordes, en el espacio que ocupa el sonido y todas sus vibraciones. El gusto enrarecido, como pastoso, seco, tal vez por que la boca estaba abierta con ese inmóvil gesto ante lo increíble. El tacto áspero, sentía como el espacio comenzaba a corporizarse y el vacío se materializaba, básicamente en un instante lo abstracto se transformaba en concreto, lenta pero inexorablemente. El olfato era una mezcla de cosas olores reconocidos pero matizados también con los demás sentidos, ahí es cuando la mente juega su papel de chef y mezcla todas las sensación en distintas graduaciones… una poco mas de oído, menos de olfato una pizca de tacto, una fuerte base visual y un sutil toque de gusto, la receta del manjar que mi mente preparaba.
Una danza digna de ver y sentir… la música, la luz, los filamentos de movimientos incansables e incesantes.
La luz tenue semi lúgubre, pero con la presencia suficiente como para ver estos pequeños bailarines, que no paraban de moverse y de demostrar ellos también su sentido su conexión conmigo, con el espacio, con el entorno, con la belleza, con el arte en su mayor exponente.
Qué momento increíble y yo inmóvil… pero la pizca visual se redujo un poco cuando el oído tomo más protagonismo y escuché:

KUKU me vas a ayudar a levantar los pelos de la perra o te vas a quedar agachado ahí con la boca abierta????.
Me incorporé. La miré fijo, con un poco de vergueta disimulada y agarrando la pala en una actitud muy varonil la increpé diciéndole….
Cómo se nota que no te va la danza clásica….
Bajé la cabeza…y recé por que mi comentario no generara una contra respuesta, porque a decir verdad…. No había manera de justificar TERRIBLE COLGADURA!!!!!



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