sábado, 11 de abril de 2009

El Extraño

Parado frente al espejo, no se reconoció, se miró largo rato detenidamente y no sintió ser él, estaba tan cambiado que le parecía que un extraño posó su vivo retrato en el lugar de su reflejo. Era un día normal, uno más, uno del montón, lo único que lo hizo especial, o mejor dicho atípico, fue el verse al espejo.
Sus ojos estaban raros, su mirada avejentada, los rasgos cansados, el cuerpo encorvado, era simplemente la imagen de su decadencia reflejada en el espejo.
Comenzó a barruntar ideas metafísicas sobre el cambio constante, la afinidad emocional, la idea de otra dimensión, que estuviera del otro lado del cristal, pero la realidad era más contundente, más directa, típico de una realidad, un sopapo en invierno, o la caída con raspón incluido en las rodillas, así de brusca y de dolorosa fue su realidad, ese que estaba ahí era ÉL sin más vueltas.
Trató de hallar una explicación, de entender su angustia, ese vejete que estaba frente a él reflejaba los años y el cansancio del que nunca fue consciente. A su alrededor la vida continuaba sin detenerse, el tiempo, indiferente a este dilema, transitaba sin cesar, y él simplemente se miraba al espejo.
Primero se negó a seguir viendo esa imagen, tapó el espejo con papeles pero sabía que detrás de ellos estaría ese viejo que lo miraba con cansancio, así que buscó otra salida. Sentado en el inodoro contemplaba esa imagen reflejada sin entender cómo hacer para deshacerse de ella, no le gustaba, le incomodaba. Si bien se notaba que era su cara, los rasgos eran totalmente diferentes, los pelos más largos y canosos, los pliegues del rostro más acentuados, sus labios más finos, sus cejas más pobladas, en fin toda su cara era diferente, y su cuerpo acompañaba lo que su rostro transmitía.
Trató de recordar cada instante de sus últimos días para encontrar una explicación a tremendo deterioro, pero nada justificaba un cambio tan radical.
Indeciso y temeroso, nunca tuvo buena predisposición para los cambios, se propuso dejar de reflejar esa imagen deplorable, no por los demás, sino simplemente por él. Tomó coraje y decisión y una navaja, era una medida extrema, pero prefirió ponerle fin a esta vida, antes que caer en la depresión de transitar el mismo camino.
Miró por última vez la imagen, clavó sus ojos en el reflejo, levantó el cuello y con la mano temerosa pero decidida, se dijo:
CHAU nos vemos en otra vida….
Y se afeitó.
Si asumir un cambio fuera tan sencillo no?... aunque, si lo pensamos bien, las mejores soluciones siempre son las más simples de ejecutar.



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2 comentarios:

chino dijo...

No me afeito tan seguido y sin embargo en mi interior intento seguir con cierta dosis de jovialidad. Aunque a veces el espejo me devuelve una pansa imborrable, je

Mar dijo...

chino :

no es panza sino un tanque de energía, es el parque de diversiones de tus nietos....