miércoles, 13 de mayo de 2009

Culpable de ser inocente

En una cálida tarde de otoño, dentro de una casa, en un barrio cualquiera, ocurre un suceso inédito, no porque sea único, sino por ser uno más del montón, pero con un tinte original.

Matías, antes de soplar su velita número 7, pide un deseo, no uno cualquiera sino uno bastante atípico, luego los aplausos, regalos, besos, felicitaciones, juegos, todo lo que compone un ritual de cumpleaños en estos tiempos, así fueron pasando las horas y todos se fueron a dormir. Matías muy feliz y cansado, antes de cerrar los ojos, piensa en su deseo, y lo repite una vez más para cerciorarse de que se cumpla, “deseo que a partir de mañana por una semana los bellos deseos que comiencen con un “ojalá” se cumplan”, y se durmió.

Vaya a saber cómo funciona la mecánica cósmica del destino, o tal vez el gran titiritero se vio tentado ante lo original, el tema fue que el deseo fue concedido y todo cambió.

Lógicamente nadie sabía esto, así que imagínense tener la posibilidad de desear y no saber usar las palabras mágicas…. Pero hubo casos interesantísimos.

En un embotellamiento, a las 8 de la mañana, un hombre ya saturado de los bocinazos que le perforaban el tímpano dijo: “ojalá le explote el airbag a los bocineros!!!” instantáneamente… las bocinas cesaron, imaginen el motivo.

Un adolescente en su secundaria dijo, “ojalá me diera bola” y ella se le acercó diciéndole me llamo Romina y vos?

Una madre dijo “ojalá me alcance” y su debito fue a favor.

Pero también hubo quienes dijeron, “ojalá no nos falte nunca nada”, “ojalá reine la paz”, “ojalá sea feliz”, y por razones de magia cósmica, al no tener destinatario esos ojalases… simplemente se los atribuyeron a todos… así que por una semana la revolución se hizo en mi país.

Los únicos que se quedaron fuera de los deseos, sin lugar a dudas fueron nuestros supuestos representantes, ya que la palabra “ojalá” fue erradicada de su vocabulario.

Niños pobres que deseaban amor familiar, abrigo y una feliz infancia, la tuvieron…

Trabajadores que querían menos horas de trabajo para que haya menos desempleo….lo tuvieron…

Familias unidas, viajes sorpresa, los solitarios encontraron su compañía, los limitados superaron sus límites, los amargos se endulzaron, los hijos visitaron a sus padres, los nietos a sus abuelos, los amigos se reencontraron sin rencores, los errores se perdonaron y no se volvieron a cometer, no faltó nada…todos fueron o favorecidos o beneficiados por alguno que decía “ojalá”, fue una onda expansiva de hacer bien sin saber a quien.

Visitas inesperadas, grandes reencuentros, fiestas en la plaza, hasta hubo invasiones de sonrisas entre extraños… todo en una semana y por el deseo de un infante culpable de ser inocente…. pero efectivo.

Lo más curioso fue, entre todas las cosas curiosas que pasaron, que la situación fue tomada con naturalidad y sin mayor trascendencia, digamos que en este caso la curiosidad no fue motor de nada. Lo más maravilloso fue que en esa semana el país había cambiado tanto, la gente era tan feliz, y armoniosa…. Que genero un nuevo estilo de vida y si bien los deseos dejaron de cumplirse, porque ya había pasado la semana en cuestión, la gente cambió radicalmente, entendió lo bello de la felicidad, la paz, el amor, y hubo también en su momento quien dijo “ojalá sea mas simple ser feliz”.

Hoy somos un país fuera de contexto… Nos llaman Argentilandia, algunos sabemos la historia y la contamos pero la verdad, lo más destacado no fue el deseo de un niño, sino los deseos “ojalaseros” de los habitantes.

Hoy Matu cumple 8 añitos y pidió, al soplar las velitas, una bici, yo se la compré…Camino a casa, rumiaba estas líneas y recordaba cómo había empezado todo… fue simple y efectivo… fue hermoso e inocente y por suerte fue lo suficientemente radical para que quede instalado como sistema de vida… ser feliz y hacer feliz al otro….

No se los voy a negar, y haciendo una humilde confesión, cuando terminé de escribir la historia, releí el texto y dije…“ojalá les guste”

 







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